En un mundo fachista, los seguidores creen todo lo que el líder les dice. No lo cuestionan, nadie debe cuestionar a sus autoridades. A la autoridad se le respeta.
El líder conervo aprendió de los humanos muy rápido, tanto que ahora tiene su propia estatua de bronce, la cual alguna vez fue dorada; pero que el paso del tiempo ha teñido de un matiz verdoso digno de un personaje histórico. Le puso a su cabeza el cuerpo de un antiguo monarca. Sus súbditos entenderían de esta manera la superioridad moral, física e intelectual que encarna este conervo narcisista.
El líder conervo aprendió de los humanos muy rápido, tanto que ahora tiene su propia estatua de bronce, la cual alguna vez fue dorada; pero que el paso del tiempo ha teñido de un matiz verdoso digno de un personaje histórico. Le puso a su cabeza el cuerpo de un antiguo monarca. Sus súbditos entenderían de esta manera la superioridad moral, física e intelectual que encarna este conervo narcisista.
Este líder ha convencido a los demás conervos que, en realidad, son cuervos. Hasta que un día apareció un verdadero cuervo, con plumas grises y pico… Los conervos, esclavos de su ideología, pese a encontrarse con un verdadero cuervo, no pudieron aceptarlo. Optaron por racionalizar el asunto, diciendo que, en realidad, se trataba de un impostor, una mutación anómala, de la excepción que confirma la regla.
Fuentes visuales:

